
El republicano Donal Trump irrumpirá en la Casa Blanca, no sólo generando con una oleada de incertidumbre y volatilidad en los mercados sino con la intención de dar pie a una rebaja masiva de impuestos que, junto con su plan de inversión en infraestructuras valorado en aproximadamente 500.000 millones de dólares, reducirá los ingresos en 6,2 billones de dólares en los próximos años y disparará el déficit.
El empresario no tienen previsto implantar recortes de gasto masivos para equilibrar la factura mientras que, al mismo tiempo, planea revisar tratados comerciales con distintos países, especialmente el NAFTA, y amenaza con implantar tarifas del 45% y el 35% a los productos procedentes de China y Mexico. Una receta para el desastre, según los expertos que, además llegará acompañada de importantes tensiones geopolíticas.
El paso de testigo en la Casa Blanca llega acompañado de una agenda política y económica intensa donde el nuevo presidente de Estados Unidos ni siquiera podrá esperar hasta su puesta de largo el próximo 20 de enero de 2017 para atajar los problemas más inmediatos que enfrenta el país.
En un momento en que la economía crece un 1,6% en el trimestre en curso según las estimaciones más recientes de la Reserva Federal de Nueva York, la moderada pero constante subida de los salarios así como de los precios hace pensar que la Reserva Federal subirá los tipos de interés al término de su reunión de dos días el próximo 14 de diciembre. Un incremento de 25 puntos básicos que ante el contexto actual no entorpece la hoja de ruta del nuevo comandante en jefe. Sin embargo, dada la volatilidad que se avecina, Janet Yellen y su chicos podrían verse obligados a esperar.
Aún así, cuando ocupe el Despacho Oval a partir del próximo año tendrá que lidiar seis días antes con su primer conflicto en el Capitolio. Pese a que la administración Obama seguirá gestionando operaciones de forma interina, el próximo 9 de diciembre expira la conocida como Resolución Continua, una medida que ha financiado momentáneamente las operaciones del gobierno federal. "Es poco probable que los republicanos dejen acabar este plan sin contar con otro programa similar asegurado o, mejor aún, un presupuesto para el conjunto del año", explica Lewis Alexander, economista para EEUU de Nomura. La opción del presupuesto parece poco probable, al menos a corto plazo, dadas las tiranteces entre el 1900 de la Avenida de Pensilvania y el Capitol Hill en la capital del país.
En este contexto, donde la economía no crecerá por encima del 2% y los legisladores aprovecharán el cambio de administración para no tomar decisiones de gran calado o emplazar guerras políticas también se pone en duda que el presidente saliente, Barack Obama, logre que el Congreso de su visto bueno al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (comúnmente conocido como TTP). Al respecto, las conversaciones sobre un acuerdo similar con la Unión Europeas tampoco registrarán avances significativos, ya que el próximo mandatario no tendrá como prioridad el instaurar acuerdos de libre comercio tras la falta de apoyo popular a esta clase de tratados.
Durante los primeros meses de 2017, el mandatario y su gabinete intentarán esbozar un programa de gasto público en infraestructuras e intentar una reforma inicial del código tributario con la intención de incentivar la repatriación de los beneficios generados por las multinacionales estadounidenses en el extranjero, que superan los 2,4 billones de dólares. "Este es nuestro escenario base y ambas medidas pueden añadir entre 0,1 y 0,2 puntos porcentuales al crecimiento del PIB durante el próximo año", reconoce Ethan S. Harris, economista global para Bank of America Merrill Lynch. Sin embargo, como señalan tanto Harris como Alexander todo dependerá de las negociaciones sobre el límite de endeudamiento del país.
Precisamente este se perfila como el primer reto real del recién elegido. Antes del próximo 16 de marzo de 2017, el Congreso deberá volver a elevar o cancelar por un determinado periodo de tiempo las limitaciones en el conocido como el techo de la deuda. Un arma política que los republicanos ya emplearon contra Obama durante el verano de 2011 y que culminó con la agencia de calificación Standard & Poor´s arrebatando al país la preciada triple A sobre su deuda. Dada las profundas diferencias dentro del partido republicano entre su establishment y el ala más populista, el actual presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, del que se espera conserve su puesto, va a tener difícil para que este asunto no vuelva a provocar un caos tanto a nivel político como económico.